“Sí. Dentro de una caña robé la recóndita fuente del fuego que se ha revelado como maestro de todas las artes y un gran recurso de los mortales” (Prometeo encadenado, Esquilo).
El regalo de Prometeo
Damos por sentados tantos descubrimientos e invenciones, que nos resulta difícil comprender cómo fueron experimentados en el pasado y cómo son aún parte de nuestro presente. Algunos momentos estelares de la humanidad —como el inicio del uso del fuego— se suelen percibir como un mero dato más del pasado remoto, cuando en realidad ocultan aún una gran significancia para el presente.
Porque hace 1.500.000 de años, el ser humano produjo una ruptura revolucionaria en su existencia. El Homo erectus, atreviéndose a hacer lo que ningún otro género animal, no huyó de las llamas que la naturaleza producía a su alrededor, sino que se acercó curioso, acaso asombrado por su aspecto y enorme poder. Y aunque tuvo que esperar varios cientos de miles de años más para ganar total control sobre este (Homo neanderthalensis y Homo sapiens), pudo experimentar por primera vez la fuerza de la naturaleza en sus propias manos, en un nivel que superaba incomparablemente la fuerza que obtenía de sus incipientes herramientas líticas.
El fuego se expandió
Y el fuego se expandió.
El fuego iluminó la noche otorgándole más tiempo a sus quehaceres, y le mostró claramente los peligros que acechaban en la oscuridad.
El fuego hizo frente a bestias y depredadores, que aunque más fuertes que él, no lo superaban en curiosidad e ingenio.
El fuego también despejó obstáculos, e incluso grandes bosques, y con su expansiva fuerza dejó alimentos prometedores a su paso.
El fuego, en el centro de lo humano, cocinó lo crudo y lo llevó a lo cocido; nutrió su cuerpo y alimentó la fuente de su mente.
Pero acaso más importante aún, el fuego congregó a compañeros, que en torno a la hoguera donde se compartía la comida, comenzaron juntos a imaginar el nuevo mundo que se les abría.
La Naturaleza entrega la chispa de la transformación
No se pueden nombrar todos los efectos del descubrimiento y uso posterior del fuego. Pero el salto es comparable a las grandes revoluciones técnico-tecnológicas que ha vivido el ser humano en su historia.
Pero por sobre sus incontables aplicaciones y derivaciones, tal vez haya que reconocer que en él se dio al ser humano una apertura inmensa en medio de la realidad. Una brecha en la cual uno de los elementos esenciales de la Naturaleza se puso en sus manos, dando el punta pie para la transformación de esta por sus propias fuerzas ocultas.
El fuego, en este sentido, mantiene su expansión en el centro de lo humano hasta hoy. Y aunque desconocemos si el regalo de Prometeo derivará en su aspecto incinerante y destructivo, o si será fuente de luz en la densa noche del porvenir humano, no cabe duda que la primera llama que este tomó sigue siendo la chispa incansable que obra sobre el mundo y la naturaleza que le dio origen.
Referencias
- Tragedias, Prometeo encadenado, Esquilo, Ed. Gredos (110)
- Imagen de Jean Delville, Prometheus (1907)